Tenoch, el fundador de México - Alfredo Chavero 1873

Breve historia/biografía de Tenoch, fundador de México. Este texto es de Alfredo Chavero, escrito en 1873. En un principio se hace mención de Teseo, fundador de Atenas, y Rómulo, fundador de Roma, como meros paralelismos para entender la importancia de Tenoch como fundador de México, de acuerdo al autor. 
En elblogdepuebla.blogspot.com presentamos este texto solo como una interesante referencia histórica. En su mayoría no hemos modificado la ortografía original empleada en esa época.




TENOCH


I. 

[...] Verdad es que estos personajes pertenecen más a la leyenda que a la verdad histórica; pero también lo es que con ellos comienza la historia. Honra es ademas muy debida al fundador de una nacionalidad, ponerle al frente de los grandes hombres que dieran cabo y cima a la empresa que él comenzó, acaso con humilde pobreza de elementos, pero con inmensa riqueza de esperanzas. 


Rómulo, amamantado por una loba, abandonado de la sociedad, sin familia, sin patria, sin religión, a la cabeza de un grupo de bandidos, sueña con un imperio grande como el mundo; aquellos bandidos no tienen familia, irán a robar a las sabinas para hacer, de ellas las madres de sus hijos; no tienen religión, la inventarán, y acogerán en su panteón a los dioses de todas las religiones; no tienen patria, conquistarán el mundo conocido, para hacer de todo él esa patria que les faltaba. 



Fueron así también los antiguos mexicanos. Puñado de hombres valerosos pero débiles, sin hogar ni patria, desechados de todos los reinos, llegaron un día a una miserable isla que entre los juncos y los cañaverales de la laguna se escondía, y antes de que hubieran desaparecido cuatro generaciones, conquistaban todos aquellos reinos que los hablan despreciado, y en su templo mayor, como en el panteón de los romanos, colocaban a los dioses de los pueblos que iban subyugando.


Así nació entre las siete colinas, de las chozas de los bandidos, la señora del mundo: así nació en medio de nuestras lagunas, en los xacalli de los desheredados, nuestro México: aquella se llamó Roma del nombre de su fundador Romulus; esta, del nombre de su fundador Tenoch, se llamó Tenochtitlan.


Tenoch, representación
jeroglífica del nombre.
Curioso es a la verdad seguir a los aztecas en su peregrinación, hasta que, bajo el mando del sacerdote Tenoch, fijaron su asiento junto a la peña en donde el águila se posó sobre el nopal. Y no nos faltan por cierto documentos que nos guien en ese viaje, que como el de los israelitas, no debia concluir la generación que lo emprendió. Yo de mí sé decir que conozco tres relaciones geroglíficas de él, sin contar las diversas en que hay algunas noticias, pero que son solamente parte no importante de historias mas extensas. Es la mas antigua de ellas un geroglífico, propiedad del Museo Nacional, que según creo no se encuentra ya en él, escrito en papel de maguey (amatl), cuadrado, y en el cual está figurado de una manera irregular, y en mi concepto primitiva, el relato de la peregrinación. Esta pintura fue reproducida con mucha exactitud por el Sr. D. Fernando Ramirez en el Atlas del Sr. García Cubas. En el mismo Atlas publicó, bajo el número 2, otro geroglífico que se conservaba también en el Museo, y está dibujado igualmente en papel de maguey. Aun cuando es anterior á la conquista, está escrito, sin que en ello quepa duda, muchos años después que el primero, pues no solamente la pintura geroglífica es mucho mas adelantada, sino que sigue con gran cuidado, año por año, la cronología, y no se limita como aquel a marcar casi exclusivamente los lugares de detención de los aztecas, sino que señala ademas los sucesos mas importantes del viaje. Es la tercera, y para mí muy importante, un códice, que Boturini catalogó bajo el número 14 del párrafo VIII de su Museo, y que es hoy de la propiedad del Sr. Aubin, quien lo publicó en París el año de 1851 para acompañarlo a una noticia sobre su colección de antigüedades mexicanas. Es esta una pintura geroglífica que abraza la historia de los mexicanos desde su salida de Aztlan hasta el año de 1606 de nuestra era. Por lo que toca á la peregrinación, se acuerda casi en todo con la segunda citada, y ambas nos servirán de guía para narrar los sucesos del viaje, que de tan diversa manera ha sido comentado. 


Pertenecian los aztecas a la nacionalidad de los nahoas, que en época muy remota, abandonaron su primitiva patria que se encontraba en el Norte. Cuál fuera el nombre del antiguo reino, cosa es hasta hoy ignorada, pues ya se refiere la historia a un primer Culhuacan, ya a Chicomoztoc, ya a Amaquemecan. Cierto es, sin embargo, que antes de la peregrinación azteca, ya otra nación del mismo origen, los toltecas, habia florecido en el reino de Tollan. A los aztecas los encontramos por primera vez en la historia, asentados en Aztlan, en medio de la laguna de Chapalla, en la isla hoy nombrada Mexcalla. Formaban sin duda los que después fueron mexicanos, parte pequeña de las tribus que allí vivían, pues al principio de la peregrinación no caminaban con nombre propio. Pertenecía la civilización de las tribus a la época lacustre, habitaban en medio de un lago, y buscaron como final asiento un lago también. Su dios principal era naturalmente un mito que tal civilización representaba: llamábase Aacatl, caña del agua. 


Huitzilopochtli
Cuenta la leyenda que el año ce tecpatl, comenzaron la peregrinación por mandato de su dios Huitzilopochtli. Difícil sería decir si este dios era el mismo Aacatl, ó si vino a representar una nueva teofanía, la primera de la peregrinación. Pusiéronse en marcha al mandato del dios, las tribus Huexotzinca, Chalca, Xochimilca, Chololteca, Malinalca, Chichimeca, Tepaneca y Matlatzinca. Guiábanlas Cuauhcohuatl, Apanecatl, Tezcacoatl y Chimalma, conduciendo el primero al dios Huitzilopochtli. Parece por el geroglífico, que los jefes de Aztlan eran el sacerdote Aacatl y su mujer Chimalma. Pero este jefe, acaso como Moisés, soñaba establecer un pueblo enteramente independiente, y una noche llamó a los escogidos, que pertenecían a una parte de la tribu chololteca, y separándolos de las otras tribus siguió con ellos su peregrinación. Impúsoles entonces el nombre de mexica, del de su dios Huitzilopochtli, que también se llamaba Mexitli, y prosiguió el viaje en busca de la tierra prometida, viaje que bajo tantos aspectos se parece al de los israelitas. Es notable que ya Torquemada se fijara en la semejanza de ambas peregrinaciones: parecióle mal al censor la comparación que con el pueblo de Dios se hacia de un pueblo que él creia guiado por el demonio, y suprimióse el capítulo de la Monarquía Indiana que de ese asunto trataba.


Como en el desierto de Arabia, hubo quienes se resistieran a seguir la marcha; pero como allí, intervino la divinidad. Oyóse un estrépito espantoso, buscóse la causa, y encontráronse muertos a los cabecillas, con el pecho abierto y el corazón arrancado. El geroglífico representa al sacerdote Aacatl, jefe de los mexica, instituyendo los sacrificios humanos, y arrancando el corazón á ios tres jefes rebeldes, entre los cuales se lee el nombre de Michuaca, lo que da a conocer que en su paso por Michuacan tuvieron lugar la separación de las tribus, y la institución de los sacrificios humanos. Quedó desde entonces establecido el gobierno teocrático, el dios dirigia al pueblo, y le comunicaba sus órdenes por medio del sacerdote, jefe de la tribu; el pueblo creia ciegamente en éste, y continuó su marcha. Pararon en Cuextecatlichocayan y Coatlicamac, y emprendiendo de nuevo su viaje llegaron a la laguna de Tollan a los 29 años de su peregrinación, según el geroglífico del Museo, y a los 48 según el de Paris. Permanecieron allí 19 años, según el primer geroglífico, y 11 según el segundo, y se trasladaron a Atlicalaquian ó Altlitalaoyan; estuvieron allí 10 años según el uno y cinco según el otro, y nuevamente se detuvieron en Tlemaco. Permanecieron después en Atotonilco cinco años según un cómputo, cuatro según el otro, y doce en Apazco, en donde sacaron fuego nuevo. Ya ambas cronologías se han juntado, y siguen en todo conformes. Luego estuvieron cuatro años en Tzompanco, cuatro en Xaltocan, cuatro en Acalnahuac ó Acalhuacan, cuatro en Ehecatepec, ocho en Tolpetlac, veinte en Cohuatitlan, cuatro en Huixachtitlan y cuatro en Tecpayocan. Parece que hasta entonces habian peregrinado sin dificultad los mexicanos; pero en este último punto el geroglífico marca que tuvieron guerra en el año que encendieron el fuego nuevo. 


Aquí encontramos una nueva teofanía, relacionada ya, como toda la religión de los mexica, con los sucesos astronómicos, y para comprenderla debemos examinar las circunstancias del viaje. Los emigrantes, al salir de Aztlan en pos de una tierra prometida, tomaron dirección fija, y llegaron a Patzcuaro; en Michuacan se separaron, y al establecer los sacrificios fue una de sus víctimas un michuacanes, como ya hemos visto; y atravesando los antiguos lagos de Michuacan, hicierón ya asiento en Cohuatepec ó Coatlicamac. Esta parte de camino podemos decir que la hicieron continuadamente; mas llegó un momento en que la numerosa tribu necesitó pararse, y buscar en la agricultura y en la pesca una alimentación segura. Entonces establecieron detenciones periódicas en su viaje, las cuales después de su estancia en Tollan, y entrada al valle, tomaron cierto carácter de regularidad; casi siempre eran de cuatro años, período cíclico de los mexica. Parece que vivían en paz en todas partes, y que de preferencia se empleaban en la agricultura. En Coatitlan y Huixachtitlan los vemos dedicados al cultivo del maguey, que habían importado de Chalco, y ninguna señal tenemos hasta Tecpayocan, de que hubiesen sido inquietados en su viaje. Era el valle extenso, y no poderosos los reinos en él establecidos: así es que sin dificultad seguian los mexica su peregrinación en pos de la isla que su dios habíales prometido. Pero la idea religiosa los dominaba enteramente; marchaban y obraban en nombre de la divinidad, de una divinidad sanguinaria y despótica, que quería un gran poder para sus adeptos, y como ofrenda, sacrificios humanos. Gran ambición y gran constancia debian tener los sacerdotes que dirigían la tribu, y desde entonces podia preverse a cuánto poder llegaría con el tiempo ese grupo de hombres, que mas que una patria buscaba un lugar en el centro de la laguna para levantar un teocalli, que ellos soñaban como la metrópoli de todos los dioses de aquellas tierras.


Estas ideas combinadas con las fiestas astronómicas, nos explican la nueva teofanía. Comenzaba el ciclo con el año cetochtli en los tiempos antiguos; cuando en su peregrinación se presentó de nuevo tal año, no celebraron fiesta en él los mexica, sino que pasaron la solemnidad del fuego nuevo al siguiente orne acatl, pues el tochtli habla sido año aciago para ellos, y el ome acatl era dedicado a su dios Huitzilopochtli (¿Aacatl?) Fue ya gran suceso religioso la venida de tal año, y cuando por segunda vez llegó, volvieron a encender el fuego nuevo, y se detuvieron en Tzompanco. Llegó por tercera vez la gran festividad del fuego nuevo, y con ella la nueva teofanía, el establecimiento de grandes sacrificios, y la guerra para hacer prisioneros que inmolar en las aras de su sangrienta deidad. Después seguirá la paz, y no volverá a encontrarse el signo de la guerra, sino hasta Chapultepec en la cuarta fiesta del fuego, siempre como una festividad religiosa, preludio del famoso pacto guerrero de México, Tlaxcalla y Huexotzinco.

Los emigrantes después de haber permanecido en paz cuatro años en Pantitlan, estuvieron ocho, dos ciclos, en Amalinalpan; y volvieorn a Pantitlán, pasando por Atzcapotzalco. Cuatro años estvieron en Pantitlan, cuatro en Acolnahuac, cuatro en Popotla, cuatro en Techcatitlan, cuatro en Atlicuahuayan, y de allí pasaron a asentarse a Chapultepec.


Cuenta Chimalpain, en una crónica inédita, que hasta su llegada á Chapultepec habían tenido seis jefes los mexica, y que el primero se llamó Chalchiutlatomac. En el geroglífico lleva el primer jefe el nombre de Aacatl, cosa que nada tiene de particular, pues los sacerdotes usaban también el del dios que servían. Llegados a Chapultepec no eligieron ya, como antes, un jefe sacerdote, sino que nombraron rey a Huitzilihuitl. No hay datos para creer que en los veinte años que duró su estancia en este lugar, fueran inquietados, y todo hace suponer que los pueblos limítrofes los trataban pacíficamente, y que fué tranquilo el reinado de Huitzilhihuitl durante los primeros diez y nueve años, pues aun cuando algunos cronistas, apoyados en la fábula religiosa, hacen suponer lo contrario, ni la pintura geroglifica, ni la lógica de la historia lo autorizan. La guerra de Chapultepec tuvo, como la de Tecpayocan, su origen en la teofanía que mandaba hacer al dios grandes sacrificios de prisioneros en la fiesta del fuego nuevo. Llegó el ome acatl en su mansión de Chapultepec, é impulsados por su idea religiosa, emprendieron la guerra los mexica. No fueron felices en esta vez; derrotados y perseguidos por los colhuas, fueron reducidos a servidumbre, y hecho prisionero su rey, fué muerto en Culhuacan. Su estancia en Acocolco, Culhuacan y Tizapan, lugar que para vivir les destinaron los colhuas, fué de diez y siete años, según la cuenta que saco comparando los geroglíficos relacionados, y tomando en cuenta el año de la fundación de México, y el año de su servidumbre, que fué el del fuego nuevo. Los colhuas, por los servicios que les prestaron los mexica en la guerra con los xochimilcas, les dieron libertad. Se establecieron entonces en Mexicaltzinco, en donde estuvieron un año; y después de estar cuatro años en Nexticpac, dos en Ixtacalco, y uno en Temazcatitlan, se trasladaron a la isla que llamaron Tenochtitlan, a la cual llegaron en el año ome calli, que corresponde al 1325 de nuestra era. Habian empleado 210 años en su peregrinación; de manera que su salida de Aztlan se efectuó en el año 1116.




II.


Los pueblos primitivos han envuelto siempre su origen en el misterio de la fábula, y no podían los mexica sustraerse a esta ley constante de la historia; así es que la leyenda vino a llenar de episodios y de atractivo los últimos años de su viaje desde su estancia en Chapultepec, leyenda que de diversas maneras cuentan los cronistas, pero que encierra siempre sucesos sobrenaturales, y la intervención directa del dios en la fundación de la ciudad.


Toma dos fases principales la fábula, la una religiosa y la otra heroica, ó mas bien pudiéramos decir semi-histórica. Voy primero a ocuparme de la leyenda religiosa, y después lo haré de la heroica, pues creo que tales relatos sirven mucho para conocer el verdadero espíritu de un pueblo.
Al salir las tribus de Aztlan hablóles el dios en Coloacan, y cuando quisieron detenerse en su viaje se verificó un prodigio espantoso; rompióse con gran estrépito un corpulento árbol, á cuyo pié comian, y los emigrantes entristecidos pusiéronse a llorar al rededor de su dios; entonces este mandó a los escogidos que se separaran de las demás tribus, les impuso el nombre de mexica, y estableció los sacrificios humanos. Desde entonces los mexica debían peregrinar sin descanso hasta encontrar el lugar señalado por su dios para establecer su último asiento.


Desde Aztlan los acompañaba una hechicera, hermana de Huitzilopochtli, la cual era odiada por la tribu, que le atribuía sus males y sufrimientos. Por consejo de su dios la abandonaron en Michuacan, y ella con los suyos se estableció en Malinalco; pero cuando los viajeros llegaron a Chapultepec, su hijo Copil trató de vengar ese abandono, y al efecto, aconsejado por Malinalxochitl, comenzó a recorrer las ciudades de Atzcapotzalco, Tlacopan, Coyobuacan, Xochimilco, Culhuacan y Chalco, incitando a sus habitantes a la guerra contra los mexica, por ser estos hombres perniciosos y belicosos tiranos y de malas y perversas costumbres. Estos pueblos, temerosos de sus maldades, determinaron acabar con ellos. Refiere la leyenda que antes de que viera sus propósitos cumplidos, fue sorprendido Copil por los mexica, a quienes dio aviso su dios; que lo sacrificaron, y arrojaron su corazón en el lugar en que después se fundó México, y que de ese corazón nació el tunal en que se posó el águila. Pero la guerra se llevó a cabo, y no salieron bien de ella los mexica, que quedaron cautivos de los colhuas. Tal es la leyenda religiosa.


La leyenda histórica atribuye a otra causa el desastre de los mexica. Según ella, el sacerdote Tzinppantzin burló á Xochipapalotl, hija de Matzantzin, que a la llegada de los mexica a Chapultepec, reinaba en la nación chichimeca, y para vengar esa afrenta, ligáronse los señores de Culhuacan, Atzcapotzalco, Xochimilco y Coyoacan, bajo la dirección del primero, y después de una cruda guerra los lanzaron de allí y los aprisionaron.


Quedaron los mexica bajo el dominio de los colhuas, quienes les señalaron para que viviesen un lugar llamado Tizapan. Pero habiendo ocurrido a los colhuas entrar en guerra con los xochimilcas, y viéndose ya casi en derrota, los llamaron en su auxilio. Los mexica se pusieron de acuerdo en llevar cada uno un tenate y una navaja de obsidiana, y en que a todo prisionero que hiciesen, no lo matarían, sino que solamente le cortarían la oreja derecha. Cuando después de la victoria llegaron los soldados a llevar al rey sus prisioneros, presentáronle los mexica sus tenates llenos de orejas, lo que sobremanera azoró á los colhuas. Después se llevaron a su barrio a cuatro prisioneros que vivos y ocultos tenían, y determinaron sacrificarlos para inaugurar un nuevo templo a Huitzilopochtli. Convidaron a la fiesta al rey Coxcox, y le pidieron una ofrenda para su dios. Este les mandó un trapo sucio con un pájaro muerto dentro. Callaron los mexica, arrojaron la ofrenda del rey, y en el altar pusieron un cucliillo de obsidiana y un lio de verdes yerbas, augurando así con las fragantes yerbas la grandeza que esperaban, y su venganza con aquel cuchillo. Llegada la hora de la ceremonia, sacrificaron en presencia del rey a sus cautivos, abriéndoles el pecho y sacándoles el corazón, para ofrecerlo en aras de su dios. Los colhuas se espantaron de tanta barbárie, y dieron libertad a los mexica, que continuaron su peregrinación interrumpida.


Pero estos, aun cuando habían recobrado su libertad, no perdonaron a los colhuas su anterior servidumbre, ni el ultraje que el rey había hecho a su dios, y pensaron en la venganza. Dirigiéronse a él pidiéndole su hija para hacerla su señora y mujer de su dios. El rey la entregó a sus antiguos siervos, que la llevaron con grandes solemnidades, y prepararon una fiesta para deificarla. Invitado el monarca colhua, se presentó con los principales de su reino, cargados todos de ricas ofrendas, y marchó al templo, en donde presentó las codornices, copal y rosas que llevaba al efecto. Pero repentinamente, a la luz de un brasero, contempló que hacia sus ofrendas delante de un hombre cubierto con la piel de su hija, a quien los mexica habian muerto y desollado, para vengar sus antiguos ultrajes. El rey colhua pensó entonces en destruirlos, y no encontraron ya salvación sino en medio de las cañas de la laguna.


El jefe de la tribu debió comprender que ya no era posible seguir la peregrinación religiosa. Había que renunciar al establecimiento de la nueva nacionalidad, ó señalar por fin el asiento prometido por su dios, para lo cual escogió una isla cubierta y oculta por los cañaverales.
Sujetos siempre los mexica a ideas sobrenaturales y religiosas, dióles el nombre de su ciudad motivo para una nueva leyenda.


Los mexica, para expresar sus nombres por medio de la escritura, usaban de geroglíficos, que unas veces eran simbólicos, otras ideográficos; pero siempre que les era posible preferían los fonéticos. Buscaban signos que en su combinación dieran el sonido de la voz que querian representar; y hacian esta combinación siguiendo extrictamente sus reglas gramaticales para la formación de las palabras compuestas. Así es que cuando quisieron representar geroglificamente el nombre de su jefe Tenoch, lo hicieron con el símbolo piedra tetl y la figura tunal nochtli. Ahora bien, conforme a las reglas gramaticales los nombres acabados en tl, pierden estas dos letras en la composición; de manera que la reunión de las dos palabras tetl y nochtli, da tenochtli. Pero conforme a las mismas reglas, los nombres terminados en tli, si se aplican a persona pierden generalmente esa sílaba, y si se aplican a lugares, cambian la terminación por la preposición tlan, ó titlan si la eufonía lo exige. Estas son reglas generales e invariables. Por lo mismo la combinación tenochtli de las dos palabras tetl, piedra, y nochtli, tunal, vino a dar el sonido Tenoch, nombre del fundador de la ciudad, y Tenochtitlan, nombre de la ciudad fundada. Así es que siempre que en el gerogiífico se figuraba la ciudad, se pintaba un tunal sobre una piedra, y como el águila era símbolo de grandeza guerrera entre los mexica, púsose encima una águila de perfil, primeramente destrozando un pájaro, y mas tarde, y para completar el simbolismo, desgarrando una víbora. De aquí nació la fábula de la fundación de México, que está representada en la estampa que se acompaña, y la cual es la siguiente:


Perseguidos los mexica por los colhuas, é internados en los cañaverales de la laguna, hambrientos y desesperados, estaba a punto de perderse la obra comenzada en Aztlan y proseguida con asombrosa constancia en medio de tantas penalidades. Entonces el dios se apareció en la noche al sacerdote Cuauhtloquetzqui y le dijo: en el lugar en que arrojasteis el corazón de Copil, ha crecido sobre una piedra un tunal, y está tan grande y hermoso que en él tiene su morada una águila. Id a buscarla a la salida del sol y la encontrareis comiendo los mas hermosos y galanos pájaros. Allí formaréis la ciudad. Pusiéronse en marcha los mexica, y vieron que de en medio de la laguna salia una fuente de agua límpida y azulosa, y junto y sobre un tunal que crecia en una peña, contemplaron al águila. Allí se asentaron finalmente, y bajo el mando de Tenoch fundaron la ciudad, y levantaron el primer templo a Huitzilopochtli.






Lámina. Primera hoja del Códice Mendocino (Codex Mendoza)

III.


La lámina que tenemos a la vista (arriba) representa en el centro el águila posada sobre el nopal nacido en la piedra. Rodea la isla una agua límpida y azul que la atraviesa en cruz y la divide en cuatro partes, y a los lados del águila se encuentran los jefes fundadores de México. Vamos a explicar esta lámina en el orden de numeración con que se encuentra en su original, el códice Mendozino.


  • Núm. 1.— Representa un guerrero sentado, significando que allí ha tomado asiento y vecindad. El geroglífico que está a su izquierda y que nos da su nombre, es una bandera, pantli, con manchas como la piel del tigre, ocelotl. Siguiendo las reglas gramaticales de composicion, de que ya he hablado, nos dará la palabra Ocelopantli; pero tratándose de sustantivo patronímico, pierde la última sílaba, y queda Ocelopan, nombre de uno de los jefes militares fundadores de México.

  • Núm. 2.— Un jefe militar, figura idéntica a la anterior. Su geroglífico se compone de una bandera, pantli, que por el color se ve que es de madera, qualiuitl. Compuestos estos nombres nos dan la voz Quahupan ó Quauhpan, ó por eufonía Quapan.

  • Num. 3.— Un personaje militar, que se reconoce como los anteriores en el adorno rojo de la cabeza. Su geroglífico se compone de una caña, acatl, y la cabeza de una liebre, citli, lo que compuesto nos da el nombre Acacitli.

  • Num. 4.— Idéntico personaje. Su geroglífico se compone del símbolo del agua, atl, y del carácter figurativo de un arbusto llamado huexotl, palabras que compuestas nos dan el nombre Ahuexotl.

  • Núm. 7.— Idéntico personaje. Su geroglífico nos representa un pié atravesado por una flecha. El verbo asaetar mimina, mitl flecha, y la raiz xo, que se usa en los compuestos referentes al pié, nos da Xomimitl.

  • Num. 8.— Idéntico personaje. El geroglífico representa un pie como el anterior, que nos dará la misma raiz xo, y como está adornado con un coyollí, cascabel, nos dará Xocoyol.

  • Núm. 9.— Idéntico personaje. Su geroglífico es un zapato, cactli, de color azul, xihuitl, lo que da el compuesto Xiuhcac.

  • Núm. 10.— El mismo personaje. Su geroglífico el carácter simbólico agua, atl, y el figurativo pájaro, tototl, lo que da el nombre Atototl.

  • Núm. 5.— Los demás personajes, aunque guerreros y fundadores de la ciudad, no están acompañados de ningún signo que manifieste su superioridad. Los mexica, cuando trataban de un personaje distinguido, agregaban a su nombre la partícula reverencial tzin, la que en su escritura representaban con la parte inferior del cuerpo humano, tzinco. En el geroglífico de este personaje encontramos la partícula reverencial, lo que nos manifiesta que es el principal de los jefes militares, por lo cual sin duda también está colocado al lado del fundador principal y jefe de la nación. Compónese su geroglífico del carácter figurativo maguey, metl, el de igual clase ombligo, xitli, y el reverencial tzin, lo que nos da la voz Mexitzin, y sin el reverencial, como nombre de lugar, nos daría México, y como patronímico los mexica, los mexicanos. Sin duda el principal jefe militar usaba el mismo nombre de la tribu ó del dios Mexi ó Mexitli,

  • Núm. 6.— La figura no está sentada en tules, como las anteriores, sino en una estera, petatl, por su carácter superior. Es un sacerdote, como lo manifiestan los adornos negros de su traje, su larga cabellera y su rostro untado de ulli; pero al mismo tiempo se ve en el adorno rojo de sus cabellos, que se ha distinguido en la guerra. Su nombre geroglífico ya lo hemos explicado. Es Tenoch, el fundador de la ciudad.
En el centro, el mismo símbolo nos da el nombre de la ciudad, Tenochtitlan.

Sembrada está la estampa de yerbas verdes, que son el carácter figurativo de los tulares, y de yerbas azules que lo son de los cañaverales. En la parte elevada está una choza que manifiesta las primeras construcciones, y en la fracción de la derecha una calavera ensartada en un palo, un tzompanco, que nos muestra la erección del templo, y su consagración con sacrificios humanos.

Rodea el cuadro una corriente de agua que atraviesa la isla en forma de cruz, y formaba los cuatro barrios, llamados Moyotla, Cuepopan, Atzacualco y Teopan.





IV.


Examinemos ahora la vida de Tenoch, por los datos poquísimos que la historia y la leyenda nos suministran. Los mexica, desde que salieron de Aztlan, estuvieron dominados por dos ideas: ir a un lugar prometido, y hacer sacrificio absoluto de toda su existencia a la voluntad del dios. Este les comunicaba sus órdenes por la voz del sacerdote jefe de la tribu, de manera que el jefe era verdaderamente el señor absoluto de los emigrantes, que entregaban en sus manos su destino. Los seis primeros jefes, ocupados solamente de su peregrinación, parece que tan solo se dedicaron a emplear a su pueblo en la agricultura; pero cuando los mexica eligieron rey a Huitzilihuitl, y vino el combate y derrota de Chapultepec, la situación cambió enteramente. Conseguir el establecimiento de una ciudad en que fundar el culto de su dios, y a la cual vinieran a humillarse los demas pueblos, parecia casi imposible: desbaratadas sus tropas, su rey muerto, y ellos reducidos a la servidumbre, tan solo podrian levantarse con una voluntad de hierro; pero el pueblo no tenia mas voluntad que la de su dios, manifestada por el sacerdote jefe de la tribu.


De su elección iba a depender todo su porvenir. Nombraron a Tenoch. Tenoch tuvo gran fuerza de voluntad para sufrir en silencio la humillación de la servidumbre; enérgico y decidido, no renegaba de su dios ni de sus ambiciones de grandeza; pero esperaba. Solamente los grandes corazones saben esperar tranquilos. Llegó el día en que los colhuas necesitaron de sus prisioneros. Un hombre vulgar habría llevado sus tropas del lado de los xochimilcas, y acaso solo habría cambiado de servidumbre: su pueblo habría corrido la suerte que dos siglos después cupo a los tlaxcaltecas, que aliados a Cortés, por huir del poder de Tenochtitlan, cayeron en el abyecto servilismo de los españoles. Su pensamiento fue mas grande: salvar a los colhuas, pero aterrorizarlos. Conseguir su libertad de dos grandes pasiones: la gratitud y el miedo. Entonces pensó Tenoch que ya era tiempo de hacer resplandecer a su dios; se le formó un templo, y se preparó el primer sacrificio en su servidumbre. Las orejas de los prisioneros no eran bastante; se necesitaba a la vista del rey arrancar el corazón palpitante de los cautivos para colmar su horror. El rey fue convidado, y en presencia de la sangrienta fiesta, fue decidida la libertad de los mexica.


Todavía hay en ese acto un rasgo de inmensa energía. El rey manda por ofrenda al dios una inmundicia: Tenoch calla, devora en silencio el ultraje; recibe al rey colhua como si tal afrenta no hubiera hecho; arroja la inmundicia, y coloca sobre el altar del dios la yerba de sus ensueños y la obsidiana de su venganza. Tenoch era grande para fundar una nacionalidad.


Libres los mexica, no quiere morir sin haberse vengado, y Tenoch sacrifica ante su dios a la hija del rey que lo ultrajó; y cuando destruidos y sin esperanza se creen perdidos para siempre los viajeros, con céspedes de la laguna forma una ciudad junto a una peña oculta a la vista de sus enemigos; levanta un templo a Huitzilopochtli, y sacrifica en sus aras como primera víctima al colhua Tlacochichil, aprisionado por Xomimitl. Y ante tanta constancia y tan inmensa energía se detienen los enemigos de los tenochca, nuevo nombre que tomó la tribu viajera al fundar su ciudad.


Tenoch, según los geroglíficos del padre Duran y de Aubin, habia sido electo jefe de la tribu antes de su estancia en Chapultepec, y sin duda resignó el mando cuando los mexica nombraron rey a Huitzilihuitl; pero lo recobró después de la funesta muerte de ese rey. Era casado Tenoch con Tochcalpan, pues los geroglíficos del padre Duran así lo manifiestan en dos ocasiones. Dice Chimalpain en su crónica inédita, que no se sabe que tuviera hijos, y que murió el año ce acatl 1363, después de haber gobernado en paz 39 años en la ciudad de Tenochtitlan. Se oponen en algo estos datos a los que ministra la lámina 1a. del códice Mendozino; porque, si como dicen conformes los cronistas, entre la muerte de Tenoch y la elección de su primer rey hubo un interregno de 3 años, debemos poner su muerte en 10 tecpatl, 9 años después del 1363. Opónese también la referida lámina a lo que dice Chimalpain de haber vivido en paz los tenochca todo ese tiempo; pues en ella están pintados dos combates, el uno que representa la conquista de Culhuacan, y el otro la de Tenayocan.


Los tenochca eran todavia demasiado débiles para emprender conquistas, y Tenoch demasiado prudente para arresgar guerras. Buscó, al contrario, el apoyo indirecto de los tepanecas, rindiéndoles tributo, con lo cual ponia a raya la venganza de los colhuas. Es mi opinión que el geroglífico de la guerra con Culhuacan puede referirse al combate particular de Acacitli y Tlacochichil. En cuanto al de Tenayocan no creo tampoco que fuese una guerra declarada, sino que habiendo llegado en esa época la fiesta del fuego nuevo, salieron los tenochca a hacer en combate prisioneros que sacrificar á su dios; y aun así parece indicarlo el geroglífico de Tenayocan colocado encima del orne acatl.


No debemos olvidar que durante el gobierno de Tenoch, y a los 13 años de la fundación de México, algunos descontentos, capitaneados por Atlaquahuitl, Unicto, Opochtli y Atlacol, se separaron y fueron del otro lado de la isla a fundar Tlaltilulco. Tenoch no quiso oponerse a una separación que tan solo podia impedirse por la fuerza de las armas, y disimuló, temiendo no se desolasen haciéndose guerra los unos a los otros, como con encantadora sencillez dice el cronista.


Por estas pocas noticias que de Tenoch tenemos, se comprende que fue un hombre de gran corazón, de valor decidido, de firmísima fé. Conductor de un pueblo a la tierra prometida por su dios, como Moises, sacerdote y guerrero como Hidalgo, sabio y prudente como Odysseus, inquebrantable como Juárez, tiene una gloria indisputable: fue el fundador de la nacionalidad mexicana. Para llevar a cabo su obra empleó su vida entera; su corazón indómito sufrió la servidumbre de los colhuas y aceptó la de los tepanecas, y miró en silencio la ingratitud de los tlaltilulcas: dejaba esa herencia al morir; los tenochca debian sujetar a estos, y reducir a servidumbre a tepanecas y colhuas; el sabía que un pueblo que recibe por legado una venganza, tiene que hacerse grande ó perecer. Dejábales también una ciudad formada con céspedes sobre el agua, y un dios que queria dominar en todas partes. Los tenochca por sus necesidades materiales y por sus ideas religiosas, recibian así la imprescindible exigencia de engrandecerse por la conquista. Dejóles un último legado: su nombre. Ya hemos visto que la nacionalidad se llamó tenochca, y la ciudad Tenochtitlan.


A veces parece que la suerte de las naciones está unida a la de ciertos hombres. Mientras los mexica fueron grandes y poderosos conservaron el nombre impuesto por Tenoch; cuando los españoles conquistaron a México, se perdió el nombre de Tenochtitlan. Ingrata a su fundador, la ciudad no lo lleva ya. Pero el destino tiene sus reparaciones: al hacerse nuestra independencia, se mandó que el escudo nacional fuera el águila mexicana parada en el pie izquierdo sobre UN NOPAL QUE NAZCA DE UNA PEÑA entre los aguas de la laguna. Un nopal sobre una peña, el geroglífico de Tenoch. Sí, mientras México sea libre e independiente, al desplegar al viento su gloriosa bandera mostrará por do quiera, en medio de sus tres colores, el tunal sobre la peña, el nombre inmortal del inmortal Tenoch.

Alfredo Chavero.

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Comentarios

  1. Tenochtitlan es el fundador de México país grande y hermoso que por cierto es mi país he dicho.

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  2. Toda historia de Aztlan me gusta investigar y saber en que esta la grandeza de nuestros antepasado

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